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manera que, aun en este reptil, cuya estupidez es proverbial, se verifica lo que he observado en la generalidad de los cuadrúpedos y las aves del bajo Paraná y río de la Plata, y es, que aquí son de índole más suave, más familiares y más susceptibles de la domesticidad que en otras comarcas. En nuestras ciudades sería muy útil este galápago para librar de sabandijas los jardines, como sirve ya para la limpieza de los aljibes y pozos de balde.

La tortuga es muy fecunda; hay especies en que cada hembra pone anualmente cuatrocientos huevos. Excava un hoyo somero, en paraje limpio donde no alcancen las crecientes; en pocos minutos hace allí su postura hasta sesenta huevos; en seguida los tapa con barro que hace con su orina, y los abandona para que se empollen con el calor del sol. Las tortuguillas, desde que salen del cascarón, se dirigen por instinto al arroyo o depósito de agua más inmediato, y cada una tira por su lado a buscar la vida.

He aquí un ser completamente desvalido. Abandonado por sus mismos padres desde antes de nacer, inerme y estólido, parece destinado a perecer prematuramente. Pero no, la Providencia suple por todo para con él; desde su misteriosa incubación, confiada a la acción solar, lo provee ya de una casa ambulante, que le sirve también de fuerte coraza para su defensa; lo hizo apto para vivir en la tierra y en el agua; le acordó larga vida y lo dotó además de una vitalidad extraordinaria; lo ha eximido de la necesidad premiosa del alimento, pues no hay animal más sobrio y que pueda pasar años enteros sin comer, como se asegura de la tortuga; y finalmente, si no participa de los placeres de la maternidad, tiene en compensación los de otro goce más