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humectan con sus mandíbulas, dándole más o menos consistencia, según lo requiere la arquitectura del edificio. Con este arte singular hallan en todo tiempo materiales abundantes, cuando la abeja tiene que esperar la estación de las flores para emprender sus trabajos.

Reducido el alimento de la abeja a las frutas, las flores y la miel de su despensa, suele agotársele ésta y padecer de necesidad en los inviernos prolongados. Pero el camuati, que puede y sabe economizar sus provisiones, sustentándose con insectos, vive siempre en la abundancia, prestando al mismo tiempo, como insectívoro, un importante servicio a la agricultura.

En cuanto a la organización de estas dos admirables sociedades, no me es posible aún formar un paralelo exacto, porque todavía no he hecho un estudio detenido de la economía social del camuatí. No obstante, de la igualdad que he observado en todos sus individuos, de la similitud de todos los alveolos entre sí, y de la no existencia de los zánganos, se puede inferir que el sistema gubernativo del camuatí es análogo a la democracia, y por consiguiente es muy aventajado al gobierno de las abejas. Tienen éstas la fatalidad (como muchas sociedades europeas) de alimentar en su seno una clase privilegiada de ciudadanos que viven sin trabajar, llamados zánganos; bien que son de tiempo en tiempo expulsados por el pueblo. El camuatí se compone únicamente de ciudadanos laboriosos, que con su industria y trabajo contribuyen a formar una habitación, una provisión y una defensa común, que aseguran el bienestar individual.

No es tampoco el gobierno de las abejas un