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firmemente que reza; y en España sucede lo mismo pues le dan el nombre de rezador. Se asegura que el mamboretá enseña el camino al niño alejado de la casa de sus padres, y a la joven extraviada que tiene la suerte de encontrarlo. Generalmente lo tienen por adivino, y acostumbran preguntarle: ¿Dónde está Dios? creyendo ver que el animalejo señala el cielo con la pata. Asi es como la superstición obliga a los pueblos a respetar un insecto útilísimo para la conservación de las plantas.

Y esas creencias por más extravagantes y absurdas que sean, no hay que presumir que son exclusivamente vulgares o del pueblo ignorante, pues que han participado de ella hombres instruidos. El naturalista Moufet dice con candor: "Este animalito es reputado tan adivino que enseña su camino al niño que lo interroga, extendiendo una de sus patas, y rara vez o nunca se equivoca.

Confunde a la razón, que, por solo las exterioridades, hayan podido adquirir tan inmerecida fama unos irracionales cuya vida toda es un tejido de iniquidades: a juzgarlos dotados del albedrío que se les apropia. ¡Tanto es lo que engañan las apariencias! ¡Tal es el poder fascinador de la hipocresía! El fratricidio, el mariticidio, el canibalismo, la ferocidad y la holgazanería son los verdaderos atributos del mante europeo. Refiérese que apenas nacidos, los hermanos se atacan y devoran unos a otros, sucumbiendo los más débiles. Durante su juventud hace cada uno una vida enteramente salvaje y vagabunda, sin relación alguna con los de su especie; antes al contrario, siempre que se encuentran dos, se traba un combate a muerte, hasta que el uno consigue cortarle a su contrario la cabeza para