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172 — El Tempe Argentino.

largo, lampiña, muy semejante a la oruga llamada bicho de cesto. Lo mismo que ésta, vive aquélla constantemente dentro de su vivienda portátil sin dejarla nunca, pues la disposición de sus miembros no le permite andar afuera sino arrastrándose penosamente. Dicha vivienda tiene la forma de buquecillo con cubierta, de dos pulgadas de largo y media de grueso, que llamo esquife por tener dos proas como el batel de ese nombre, las cuales se levantan con gracia formando una curva a semejanza de las góndolas; en cada proa hay una abertura o escotilla, por donde la oruga marinera se asoma para dirigir su bajel sin salir de la bodega. Este esquife es formado de una pasta durísima de color aplomado, producida por el insecto, primorosamente graneada como la piel de zapa, pero suave al tacto y lustrosa.

Su sistema de locomoción es muy curioso; es propiamente una navegación aérea. El esquife está siempre suspendido entre dos ramas del árbol, como en un columpio, por dos hilos que llamaremos maromas, asegurados en una y otra proa. No he observado cómo se ingenia la oruga para tender las maromas que suspenden su nave, y para hacerla cambiar de rumbo cuando le conviene dirigirse a otra rama, o pasar a otro arbusto; probablemente soltará al aire una hebra larga, como hace la araña para extender la primera cuerda de su red. Siendo la seda de la oruga sumamente leve volará al menor impulso del ambiente hasta dar con una rama en que se pegue, y una vez asegurada la hebra volante, queda establecida la maroma; entonces la oruga la va recogiendo desde abordo para dirigir su navecita hacia el nuevo gajo que le presenta abundancia de hojas para su alimento. En las horas de su reposo,