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Página:El Tempe Argentino.djvu/194

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Capítulo XXVII

Los árboles


¿Qué compañeros más útiles del hombre, que los árboles que, a la vez que amenizan su mansión, mantienen la fertilidad del suelo que cultiva? Los árboles protegen las vertientes, impiden la pronta evaporación de las aguas y atraen las lluvias y los rocíos. Los árboles depuran la atmósfera de los gases perniciosos, exhalan el oxígeno que nos da la vida, depuran y fecundan el suelo que los nutre, después de colmarnos de sus dones. Los árboles, nos dan alimento, medicina, vestido, casas, muebles, utensilios, embarcaciones, vehículos de toda clase y mil productos necesarios para las artes todas. Los árboles nos refrigeran con su sombra en el verano y mantienen el fuego del hogar en el invierno; nos protegen contra el huracán y contra el rayo; ofrecen abrigo a las aves y forraje a los ganados; proporcionan recreo a nuestros ojos, melodía a nuestros oídos, perfume a nuestro olfato, regalo a nuestro gusto, grata y útil ocupación a nuestros brazos, vitalidad a nuestro cuerpo, y elevación a nuestro espíritu.

Por poco que se observe la vegetación del delta argentino, se notará muy luego, que son dos los rasgos que la particularizan; el uno es la confusa mezcla de árboles, diferentes en forma, en follaje y en color; el otro la prodigiosa variedad de plantas