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El Río Paraná. — 25

cenagosas del Nilo con las del Paraná, tan saludables y tan puras? Aquéllas, antes de la creciente se ven casi agotadas e impotables, cuando los cristales del Paraná son siempre copiosos, puros y exquisitos.

¿Ni cómo puede compararse este clima templado y sano, con el caluroso y mortífero de la región del Nilo? El simún, viento abrasador y ponzoñoso, viene cada año a difundir el terror y la muerte por las llanuras del Egipto, cubriéndolas de inmensos turbiones de arenas ardientes y de miasmas perniciosos que agostan los plantíos y arrebatan la existencia a hombres y animales.

¡Paraná incomparable! tus escenas son siempre risueñas y de vida, tu verdor es eterno, las lluvias, a la par de las crecientes perpetúan la frondosidad de tus riberas y tus islas; nunca empaña el polvo el esmalte de sus frondas ni el brillante colorido de sus flores y sus frutos: jamás el huracán turbó la paz de tus florestas; y si el pampero impetuoso pero benéfico, agita con violencia las ondas del Plata indefenso, apenas frisa tus canales protegidos por la espesura de tus islas, y sólo esparce el bien en tus dominios, depurando los más ocultos senos de tus bosques.

No solamente es admirable el Paraná por lo extenso de su curso, la mole y excelencia de sus aguas, la profundidad y limpieza de su cauce, lo feraz y salubérrimo de sus islas y riberas, la profusión de sus producciones naturales, la benignidad de su temple, y sus inundaciones periódicas, sino también por tantos afluentes navegables que concurren con el Uruguay y sus tributarios a formar el magnífico estuario del río de la Plata, ofreciendo a la navegación y a la agricultura el más vasto y