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Habitantes. — 43

universal el tránsito y permanencia de los dioses en forma humana entre los hombres. Ese viajero, ese peregrino desvalido que llegaba a las puertas de la casa ¿no podía ser Brama, Osiris, Orisis, u otra deidad aparecida a los hombres para verlos de cerca y experimentarlos? ¿Qué paso más tierno y edificante que el de Filemón y su esposa Baucis, hospedando con la mayor cordialidad en su pobre cabaña a Júpiter y Mercurio disfrazados de peregrinos, que habían recorrido toda la población sin encontrar hospitalidad entre los opulentos y felices de la tierra?

En los campos y en las islas del Paraná, del Uruguay y del Plata, como en los pueblos antiguos, el huésped es siempre acogido con respeto y alegría, servido y obsequiado con perfecto desinterés. Diréis que es de su propia conveniencia el ejercicio de la hospitalidad; para cuando llegue el caso de tener a su vez que reclamarla; que la hospitalidad no es más que la aplicación de aquel precepto que proviene de una previsión egoísta más bien que de una generosidad desinteresada: "Haz con los otros lo que quisieras que hiciesen contigo". — Bien: por este cálculo no seréis rechazado del hogar, se os proveerá de lo necesario si carecéis de dinero para pagarlo, y se os tratará, en fin, con la frialdad y desconfianza que no puede menos de inspirar un hombre extraño y desconocido. Mas no es esta la hospitalidad del isleño argentino; él os recibe con el cariño de un hermano, de un padre; os introduce al seno de su familia, sin preguntaros quién sois; os cede su propio lecho; os sienta a su mesa con regocijo; parte con vos, sin admitir recompensa, sus escasas provisiones; y todo esto lo hace él, lo hacen su esposa y sus hijos con tan buena voluntad y tanto gusto, que