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El carpincho, el quiyá, el apereá, el ciervo. — 89

Los carpinchos pueden clasificarse entre los paquidermos, por lo grueso y fuerte de su cuero; curtido, es de mucha duración, y se le emplea en calzado y otros usos; pero los isleños poco se aprovechan de la piel, porque generalmente destinan el carpincho para su mesa, preparándolo de aquel modo peculiar a nuestro país, que da a las carnes una ternera, un olor y un sabor tan especiales: el asado con cuero.

El quiyá pertenece como el castor a la familia de las ratas nadadoras; es casi del tamaño de aquel mamífero célebre por su admirable habilidad en la construcción de represas, casas y almacenes; participa de sus formas, pero no de su industria. Sus pies de atrás son palmeados, es decir; que los dedos están unidos por una membrana, como en los patos y otras aves acuáticas; tiene dos dientes incisivos en cada mandíbula, semejante a los del carpincho; la cabeza ancha; las orejas pequeñas y redondeadas; el hocico obtuso; los pies constan de cinco dedos con los pulgares de los anteriores muy cortos; la cola es tiesa, cónica, larga, escamosa y casi sin pelo.

Este cuadrúpedo se distigue de todos los demás mamíferos por un carácter muy singular de su organización, y es, que la hembra tiene las tetas en las espaldas. Esta particular disposición de las mamas, parece indicar que la madre lleva constantemente sus hijos a cuestas. Pare cinco o seis de cada gestación, y esta se repite varias veces en el año. La piel del quiyá es semejante a la del castor, aunque no tan bella, y la sustituye perfectamente en la fabricación de los sombreros; de ahí su alto precio. Consta de dos especies de pelo; el uno más corto, muy