jugueteaba y retozaba con los dos carpinchos que se criaban con él; sólo se alimenta de vegetales, y le gustan mucho las papas y el pan; no come carne ni pescado, ni cosa alguna guisada; tanto para comer como para acicalarse, se sienta derecho y hace uso de sus manos como un mono; es muy pedigüeño con todas las personas indistintamente, encabritándose y tirándoles de la ropa para que le den algo, se baña y zabulle muchas veces al día en los charcos de la quinta, pero no por largo tiempo; y no se le ha notado inclinación a escarbar la tierra ni encovarse.
Parece, pues, que no sería defícil convertir al quiyá en animal enteramente doméstico como el conejo; y en este caso habría hecho la industria una adquisición preciosa, no tanto por el uso de sus carnes, cuanto porque, sometido al esquileo o la depilación, daría anualmente un pingüe beneficio, que ahora no se obtiene sino con la muerte del animal; y porque alimentándose con las yerbas del campo, ocasionaría muy pocos gastos.
También se ha multiplicado mucho en el delta el apereá, pequeño roedor, conocido con los nombres de cuis y conejillo de Indias. Tiene el cuerpo grueso, de color pardoratonesco, con el vientre blanquecino, las orejas muy chicas, y carece de cola. Los apereaes se domestican con facilidad y son naturalmente apacibles y mansos; pero no toman cariño a nadie. En estado de domesticidad se han obtenido blancos, amarillos, más o menos leonados o anaranjados, matizados de estos colores y de negro, en extremo diferentes de su tipo. Se multiplican con una rapidez asombrosa; la preñez solo dura tres