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36 — Tratado de la Pintura

nace de una llama; del sol ó de la claridad del aire. La derivativa es lo que llamamos reflejo. Pero para no apartarme del principal asunto, digo que en aquellas partes de un cuerpo que hacen frente á otros cuerpos oscuros, no puede haber reverberacion luminosa, como algunos parages oscuros de un techo en una estancia, de una planta ó de un bosque, sea verde ó sea seco; los cuales, aunque la parte de algún ramo esté de cara á la luz primitiva y por consiguiente iluminada, no obstante, hay tanta multitud de sombras causadas del amontonamiento de los ramos, que sufocada la luz con tal oscuridad, tiene poquísima fuerza; por lo cual dichos objetos de ninguna manera pueden comunicar á las cosas que tienen en frente reflejo alguno.


§ LXXVII.

De los reflejos.

Los reflejos participan mas ó menos de la cosa que los origina, ó en donde se originan á proporción de lo mas ó menos terso de la superficie de las cosas en donde se originan, respecto de aquella que los origina.


§ LXXVIII.

De los reflejos de luz que circundan las sombras.

Los reflejos de las partes iluminadas, que hiriendo en la sombra contrapuesta iluminan ó templan mas ó menos la oscuridad de aquella, respecto á su mayor ó menor proximidad, ó á su mas ó menos viva luz, los han practicado en sus obras varios profesores, y otros muchos lo han evitado, criticándose mutuamente ambas clases de sectarios. Pero el prudente Pintor, para huir la crítica de unos y otros igualmente, procurará ejecutar lo uno y lo otro en donde lo halle necesario, cuidando siempre que estén bien