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XVII

ros vestidos de escarlata y azul. En 1853 se anunció en el hipódromo de París una partida entre franceses é ingleses, siendo las piezas ginetes, las torres elefantes y los demas con trajes al propósito, y consistiendo el premio en 48,000 rs.

La Regencia publicó, poco hace, una noticia curiosa relativa á Strabeck, aldea alemana del distrito de Magdeburgo: llegó allí á principios del siglo xi, prisionero por Enrique II, el conde Guncelin y, para distraerse algunos ratos, construyó un tablero. empezó por jugar solo, enseñó á los paisanos que le custodiaban, é hizo general la aficion á aquel nuevo entretenimiento, remitiéndoles, ya libre, el tablero de su prision que por largo tiempo conservaron aquellas gentes con reconocimiento. Hoy se juega como en el siglo xi y, por consiguiente, sin ninguno de los progresos recibidos en Europa; mas, no es esto lo curioso de saber, sino la importancia social que se le concede. Forma, en efecto, una parte de la educacion y, al fin de cada año, se abre un concurso entre cuarenta y ocho jóvenes otorgando un premio y un triunfo al vencedor de todos ellos. No para aquí, pues cuando una jóven va á casar con un estrangero, juega con el primer magistrado una partida de marcha, para indicar que se lleva consigo las tradiciones del pais, y eso se verifica en un salon sobre cuya puerta se ostenta una leyenda que dice: Al ajedrez.

El autor del Diccionario español que hemos nom-

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