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Es provechoso que las piezas ocupen mas terreno que las del contrario.

Debe no precipitarse al ataque, aguardar á reunir todas las piezas suficientes, y calcular con seguridad si el juego debe ser de ataque ó de defensa.

Para atacar un punto se necesita una pieza mas que el contrario.

Tomada una de las alas es casi segura la victoria, sobre todo si está deshecho el centro.

El ajedrecista ha de jugar siempre sin aturdimiento y con mesura: difícilmente hay ataque que no se preste á una buena defensa y con frecuencia se hace perecer al enemigo en el ataque: pocas partidas hay tan desesperadas que no permitan la esperanza de un resultado glorioso, ya aprovechando una circunstancia oportuna para tomar la ofensiva, ya jugando acaloradamente en raros casos, ya consiguiendo hacer tablas y sobre todo empate la partida. Y desde luego, en los finales difíciles y en los grandes peligros, es en donde mas se ejercita la fuerza del jugador, habiendo pérdidas que honran al vencido.

Atacada una pieza, no es bueno contestar atacando con otra, pues amagada esta, resultan dos peligros en vez de uno, y es casi seguro perder una de las dos piezas.

Cuando una pieza enemiga se precipita en nuestro juego, conviene estudiar si se la puede allí matar: esto es áveces fácil, especialmente cuando el caballo se avanza hasta nnestra base.