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VI
Me levanté al alba, agarré una escoba y me puse á barrer la ramada y el corredor de la casa, porque misia Carolina todavía estaba durmiendo encerrada adentro.
De repente se me apareció, me quitó la escoba de las manos, como si estuviese muy enojada, y me dijo:
—¡No quiero que haga eso! Más bien entre al negocio; arrégleme las bebidas y después... ¿Sabe escribir?
—¡Cómo no, señora! y tengo bastante linda letra.