—Bueno, me alegro. Entonces, me va á poner en limpio la libreta de cuentas.
—¡Perfectamente, señora: yo haré todo lo que me mande! Pero tampoco me incomoda lo de barrer, así es que si usted quiere, puedo hacer las tres cosas, porque las mañanas son muy largas todavía.
—¡No, no! Vaya al negocio nomás; yo le iré á ayudar en seguida.
¿Eh? ¿qué tal? ¿qué me dicen? Me parece que los primeros golpes estaban bien dados, ¿eh?
Entré al almacén, tomé mi mañana, más abundante y mejor que de costumbre, y me puse á arreglar las botellas, que en su mayor parte eran falsificadas en la licorería de Pago Chico y unas misturas asquerosas. Al ver esto, se me ocurrió una invención que debía dar muy buenos resultados. Cuando acabé con las botellas busqué una libreta nueva, y principié á copiar la vieja toda ajada y mu-