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El DR. JEKYLL.

se puso á hablar en voz muy baja—es un hombre alto, bien constituido, y el otro era más bien un enano.

Utterson trató de protestar.

—¡Oh! señor—exclamó Poole—¿podéis pensar que no conozco á mi amo después de treinta años? ¿Pensáis que no sé á qué altura llega su cabeza en la puerta del gabinete, en donde le he visto todas las mañanas de mi vida? No, señor, esa cosa con máscara no ha sido nunca el Doctor Jekyll; sabe Dios lo que era, pero jamás ha sido el Doctor Jekyll; y nadie me quitará de la cabeza que ha debido de cometerse un crimen.

—Poole—replicó el abogado—si habláis así, mi deber exige llegar hasta la certidumbre. Por más que deseo respetar los sentimientos de vuestro amo, me desconcierta esa nota, según la cual parece demostrado que vive todavía; considero como un deber romper aquella puerta.

—¡Ah! Sr. Utterson, ¡eso se llama hablar!—exclamó el criado.