natural era el fantasma y el éter de algunos de los poderes que componían mi espíritu, sino que llegué á inventar una pócima con la cual esos poderes podían perder su supremacía, y reemplazarlos con una segunda forma, que era tan natural como la primera, tan yo como la otra, porque constituía la manifestación misma de los más bajos y despreciables elementos de mi alma.
Vacilé mucho tiempo, antes de someter esta teoría á la prueba de la práctica. Sabía perfectamente que me exponía á morir, pues una droga que debía medirse con tanta exactitud y sacudir, conmover la verdadera fortaleza de la individualidad, podía con el menor aumento en la dosis, ó por la inoportunidad del momento escogido para el experimento, hacer desaparecer para siempre el envoltorio inmaterial que no deseaba yo cambiar. Pero la tentación de un descubrimiento tan original y tan importante concluyó por hacerme vencer los temores y alarmas. Tenía la pócima preparada hacía ya tiempo; compré de una