fué cuando repentinamente, en medio de mi acceso de locura, me llegó al corazón una fuerte sensación de terror. La neblina que cubría mi vista se disipó, y comprendí que mi vida iba á ser deshonrada; huí lejos del teatro de tales excesos, radiante de gloria y temblando á un mismo tiempo, satisfecha y estimulada mi pasión por el mal, y con el amor de la vida subido al más alto grado.
Corrí á la casa de Soho y, para librarme mejor de cualquiera persecución, destruí mis papeles; luego salí; paseé por las calles, que alumbraban los faroles, llevando la misma alegría en mi espíritu, regocijándome de mi crimen, con el juicio bastante claro y dispuesto para preparar otros, pero con los ojos y el oído atentos, temiendo los pasos de algún vengador.
Hyde tenía una canción en los labios cuando preparó la pócima, y al tomarla, bebió á la salud de su víctima.
Apenas habían concluido las angustias de la transformación, Enrique Jekyll vuel-