—¿Cómo?—exclamó Utterson—yo creía que teníais intereses comunes.
—Los hemos tenido—repuso el doctor—pero desde hace diez años, el Dr. Enrique Jekyll se ha vuelto demasiado fantástico para mí. Comenzaba á emprender un mal camino, mal camino desde el punto de vista intelectual, y aunque sigo, sin duda, interesándome por él, á causa de nuestro antiguo y buen compañerismo, he visto y veo muy rara vez á nuestro hombre en estos últimos tiempos. Sus extravagantes ideas—añadió el doctor poniéndose encarnado—hubieran hecho reñir á Damón y Pythias.
Ese pequeño estallido de cólera llevó un poco de calma y algo de alivio al ánimo de Utterson. "Habrán diferido únicamente de opinión en alguna cuestión científica," pensó para sí, y no siendo hombre capaz de tener pasiones científicas (salvo el caso del procedimiento y diligencias de su oficio) añadió, hablando consigo mismo: "no será cosa grave." Dejó algunos se-