tes, y ahora se hallaba vacía y silenciosa. Las mesas estaban cubiertas materialmente de aparatos químicos, y el suelo de tarros y de manojos de paja. La luz bajaba obscura desde la cúpula, como en medio de una atmósfera nebulosa; en el extremo, unos cuantos escalones conducían á una puerta tapada con un lienzo rojo, y pasando por esa puerta, entró, en fin, Utterson en el gabinete del doctor. Era una pieza espaciosa, adornada con armarios con puertas de cristal, y entre cuyos muebles se veían un espejo grande, de cuerpo entero, y una mesa escritorio. Ese gabinete recibía luz por tres ventanas cubiertas de polvo, con vistas al patio. El fuego chisporroteaba en el hogar; una lámpara estaba colocada sobre la piedra de la chimenea, pues hasta dentro de la casa dejaba sentir sus efectos la neblina; muy cerca del fuego se hallaba sentado el Doctor Jekyll, al parecer, enfermo de cuidado.
No se levantó para ir al encuentro de su amigo, pero le alargó una mano helada,