y le dió la bienvenida con voz conmovida.
—Y bien —le dijo Utterson, así que Poole se hubo marchado— ¿ya sabéis la noticia?
El doctor se estremeció.
—La voceaban por el barrio—contestó.— Lo he oído todo desde mi comedor.
—Una sola palabra —repuso el abogado— Carew era cliente mío, vos también lo sois, y deseo saber lo que debo hacer. ¿Habéis sido bastante loco para ocultar á ese hombre?
—Utterson, juro por Dios —exclamó el doctor— que jamás volverán mis ojos á mirarlo. Os doy mi palabra de honor de haber concluído con él en este mundo. Todo tiene fin; y, en realidad, no necesita mi ayuda; no lo conocéis como yo; está en lugar seguro, enteramente seguro; atended bien á mis palabras, no volverá nunca más á tratarse de él.
El abogado escuchaba con tristeza; la actitud febril de su amigo no le agradaba.