pero no tenía sello de correo. La carta ha sido traída á la mano.
—¿Debo guardar la carta y esperar á mañana para tomar una determinación?—preguntó Utterson.
—Os ruego que juzguéis vos mismo y que obréis como os parezca mejor—le contestó;—he perdido toda confianza en mí mismo.
—Bueno, examinaré la cosa—replicó el abogado—pero me queda todavía que haceros una pregunta. ¿Fué Hyde quien dictó las frases de vuestro testamento referentes á esa desaparición?
Pareció que una gran debilidad se apoderaba del doctor; apretó los labios y bajó la cabeza.
—Lo he sabido—dijo Utterson—tenía intención de asesinaros; ¡de buena habéis escapado!
—Pero hay algo que me ha contrariado mucho más que el peligro; ¡oh! ¡Dios mío, qué lección he recibido, Utterson!—Y se cubrió el rostro con ambas manos.