—Y ahora, mi buen Poole, ¿por qué estáis asustado? Hablad claro.
—Me asusté hace una semana poco más ó menos—contestó Poole, evitando con algo de mal humor la pregunta que se le hacía—y no puedo ya soportar más la cosa.
El aspecto del hombre justificaba completamente sus palabras; y salvo el instante en que por primera vez había hablado de su espanto, no había vuelto á mirar á la cara del abogado. Aun después, permanecía con el vaso apoyado sobre la rodilla, pero sin beber, y sus ojos se fijaban en un punto del techo.
—No puedo soportar más tiempo eso—volvió á repetir.
—Vamos—dijo Utterson—veo que tenéis un verdadero motivo para hablarme así, Poole; veo que hay algo que anda verdaderamente mal. Procurad decirme lo que es.
—Creo que ha habido algún crímen—añadió Poole con voz ronca.
—¡Un crimen!—exclamó el abogado muy asustado, y dispuesto á parecer más