y realmente, cuando la doncella había lanzado gritos de desesperación, todos se estremecieron mirando la puerta interior, con espanto en los rostros.
—Y ahora—añadió Poole dirigiéndose al mozo de cocina—dadme una luz, y vamos á saber la verdad de este asunto.
Rogó al Sr. Utterson que le siguiese, y le enseñó el camino que conducía al jardín.
—Andad lo más despacio que podáis—dijo Poole—y sin ruido; os ruego que escuchéis y que no dejéis oír nuestras pisadas. Tened cuidado, señor, de no entrar, si por casualidad os llamase.
Ante esta inesperada recomendación, Utterson se extremeció y casi quedó desconcertado; pero pronto recobró su valor, y siguió al criado á través del laboratorio, de la sala de anatomía con sus vasos y sus botellas, y llegó al pie de la escalera. Poole le indicó que permaneciese á un lado y escuchase, mientras que él, dejando la luz, y apelando visiblemente á todo su valor, subió los peldaños, llamando con tem-