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El cerco de pitas

ne noticia de eso, y Berta advierte que ya no piensa en los bailes, pues era Baldomera quien lo atraía.

Sin embargo, cuando piensa en el medio empleado para salir airosa, se acusa de pérfida. Pero ¿juraría no echar mano de él otra vez?

La mañana del sábado aquél, ella iba a retirar de la ventana la camisa puesta a airear, después de haberla planchado cariñosamente. Le parecía que comenzaba a caer el hollín. Pero le trajeron en ese momento la invitación; leyóla, se sobresaltó al ver figurar a Baldomera, y, mirando nuevamente hacia el cielo del patio, notó con diabólico gusto, que la lluvia de partículas negras arreciaba. ¿Para que galantee a otra?, se dijo. Y dejó la inmaculada prenda expuesta a la acción de la chimenea.

—Si llegamos juntos a viejos suele pensar en descargo, se lo contaré.