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Edmundo Montagne

casa. — Puesta en cuclillas, toma una mano del esforzado y tira.

¿Qué hubiera hecho el Sultán, a estar allí? Quizás hubiese querido salir, en busca del amigo de su amita, quedando entonces preso en alguno de los lazos.

Pero... es que se halla precisamente en la tranquera, sujeto de una cadena que tiene doña Rita, quien lo tironea y amenaza en silencio. Ambos están fuera, en el camino. Aguarda la señora que la "violación de domicilio" se cometa para salvar la tranquera y tomar "in fraganti" al casal.

La negra, sin abandonar su fregado, mira la doble escena, desde allá junto a la casa, con unos ojos que se le quieren salir de las órbitas. La temerosa, cuando fué a ver si su patrona seguía durmiendo, halló la puerta cerrada y el ojo de la llave tapado.

Y no quiso saber más, abrumada al fin de responsabilidad.

Entretanto, doña Rita había salido por la excusada puerta de sus célebres capturas nocturnas. Y ahí está ahora, pasando entre los lazos que recoge con la mayor naturalidad, mientras los enamorados, a quienes vió besándose, se quedan estupefactos primero, azorados luego, con la evidencia de tener a dos pasos a la terrible cazadora. Esta ha soltado al Sultán, el cual festeja en vano a los desazonados amantes.

Andá a buscar la leche, vos!

dice doña