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TORMENTA DE VERANO

—V IEJITA : le dejo ese canario, mientras.

—Pero, Pancho: ¡ya sabe que yo no veo!

La vieja Dominga queda pues, por indicación de Pancho, a cargo de la jaula que tiene sobre la mesa del comedorcito.

En tanto, Pancho va a ver qué quiere el vecino que lo llama.

Dominga comienza a hablar a su hija Lola, la cual permanece en la otra habitación.

—¡Ahora, porque te has disgustado con Pancho, no querrás limpiar la jaula: como si lo viera!

No me vas a decir esta vez que no has sido vos la culpable. ¿A qué le andás sacando lo del baile de Nicanora? ¿No te podés callar la boca? Sería mejor que te dejaras de pavadas y vinieras a ver este pájaro. Contestá: te estoy hablando. ¿Vas a venir, sí o no?

Lola no contesta. Doña Dominga no se determina a ir hacia la pieza, por temor de que, de-