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EL CERCO DE PITAS

I

-¡H

fi fiu, hiu hiu hiuuu!...—silba uno de los carreteros. Y en pos de ese silbido que lo distingue de los demás, se oye el "¡mulaa!" y el sonar de cohete del látigo.

Ya el día brilla sobre el mar.

Al paso de las carretas que vienen de los médanos cargadas de arena, el modo original de azuzar a las bestias, repetido antes de que el silbador llegue frente a la tranquera, ha logrado intrigar a doña Rita. Y, desde la cama, y arrullada en su dulce vigilia por cacareos de gallinas, gruñir de cerdos, rumor de frondas y bullanga de pío píos, la obstinada señora ha creído tener una revelación, pues el silbido ese no se produce sino a la hora en que Carmen, su sobrina, sale en busca de la leche. Doña Rita llama a la moza; pero ésta no viene.

—¡Carmen! ¡Carmen! — repite.

La negra Casimira, que desde antes de amanecer se halla junto a la batea, lava que lava, asómase a