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El cerco de pitas

gaba a Delia por si sabía qué era lo que tenía su hermana. Pero en vano. Ella, en efecto, le ignoraba.

La buena señora halló por fin entornada la puerta de la pieza de Cándida. Y al ver a ésta en sus ropas de entrecasa, extrañamente seria, juzgó prudente no decirle nada.