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EL CONTRATO

Soberano que no es mas que un ser colectivo, no puede ser representado por sí mismo: el poder puede ser cedido, pero no la voluntad.

Con efecto: sí no es imposible que una voluntad particular esté de acuerdo sobre algun punto con la voluntad general, es á lo menos imposible que este concierto no sea durable y constante, por que la voluntad particular camina por su naturaleza á las preferencias, y la general á la igualdad. Pero es mas imposible todavía que se halle un fiador de este concierto quando debería exîstir; y esto no seria un efecto del arte, sí de la casualidad. El Soberano puede bien decir: yo quiero actualmente lo que quiere un tal hombre, o á lo ménos lo que debe querer; pero no puede decir lo que este hombre querrá mañana, ó lo que dice querer, yo lo querré tambien, por que es absurdo que la voluntad se ate á las cadenas de lo venidero; ni depende tampoco de alguna voluntad consentir al bien contrario el que ella quiere. Si el Pueblo promete simplemente obedecer, se disuelve por este acto y pierde la qualidad de Pueblo; y al instante que tiene un Señor, no tiene ya Soberano, y desde este punto se destruye el cuerpo político.