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mientras que la orgullosa filosofía ó el ciego espíritu de partido no vén en ellos mas que á unos impostores afortunados, el verdadero político admira en sus instituciones aquel grande y poderoso talento que preside á los establecimientos duraderos.

De todo lo dicho no se ha de deducir con Warburton que la política y la religion tengan entre nosotros el mismo objeto, sino que, en el orígen de las naciones, la una sirve de instrumento á la otra.

CAPÍTULO VIII.
Del pueblo.

Asi como un arquitecto, antes de construir un edificio, observa y profundiza el suelo para ver si puede sostener su peso, asi tambien un legislador sabio no empieza por redactar leyes buenas en sí mismas, sino que examina antes si el pueblo al cual las destina está en el caso de soportarlas. Por este motivo Platon no quiso dar leyes á los Arcadios y á los Cirenios, porque sabia que estos dos pueblos eran ricos, y que no podian sufrir la igualdad: por este mismo motivo hubo en Creta buenas leyes y hombres perversos, pues el pueblo que Minos habia disciplinado era un pueblo cargado de vicios.

Mil naciones han florecido en la tierra que jamás hubieran podido sufrir buenas leyes; y aun aquellas que lo hubieran podido solo han