Página:El día del juicio (1919).djvu/113

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
109
 

F » 109 El joven que estaba junto a la chimenea, alzó la vista y le miró con una mirada vaga, como si no le reconociera. Luego meneó la cabeza y se levantó.

—¡Ah, Makar! Buenos días. Has hecho bien en venir; tomarás el te con nosotros.

Makar aceptó, complacido.

—¿El te? Eso está muy bien.

Y empezó a quitarse la ropa. Después de haberse quitado la pelliza y el "schapka", se sintió más a gusto. Al ver que ponían carbones ardientes en el samovar, creyó deber decir algo agradable.

—Os quiero de veras—exclamó dirigiéndose al joven—. Os quiero tanto que no duermo por las noches.

El otro le miró fijamente, y en su rostro apareció una sonrisa amarga.

—¡Ah! ¿Nos quieres? Eso es que necesitas algo...

Makar tuvo un momento de vacilación.

—Sí, tengo una cosa... ¿Cómo lo has adivinado? Bien, cuando tomenios el te, diré de qué se trata.

En vista de que el te le había sido ofrecido, se creyó con derecho a pedir algo más.

—¿Tenéis carne, quizá? Me gusta mucho.

—No hay.

¡Qué le vamos a hacer!—dijo Makar en tono conciliador. Otra vez me la daréis, ¿no?

—Bien.