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cómo se agita el bosque? El huracán está encima; ya no cabe duda.

III

El viejo estaba visiblemente cansado: su lengua se entorpecía cada vez más; sus ojos estaban enrojecidos, y su cabeza, inclinada.

La noche había descendido sobre la tierra. Casi no se veía el bosque, que se agitaba alrededor de la casita, como un mar ondulante. Las copas de los árboles parecían las olas del mar durante la tempestad..

El ladrido del perro anunció la llegada de los dueños de la casa. Los dos guardabosques se acercaban apresuradamente, seguidos por Motria, que traía la vaca que creyeran perdida.

Pocos minutos después estábamos todos en el interior de la casa. El fuego ardía alegremente en la estufa. Motria servía la cena.

No era la primera vez que yo veía a Zajar y a Máximo; pero en esta ocasión los examiné con más interés. Zajar tenía el rostro sombrío, cejas negras, que se juntaban en la frente estrecha; había en él ese aire de hombría de bien que caracteriza la fuerza. Máximo tenía la expresión franca, grandes ojos grises y cabellos rizosos. Su risa era alegre y contagiosa.

—Con que el viejo le ha contado a usted la historia de nuestro abuelo?—preguntó Máximo.

—Sí—respondí.

—Siempre le pasa lo mismo. Cuando el bos—

I