Página:El día del juicio (1919).djvu/177

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
173
 

i 173 que todo estaba inundado de sol. Oxana dormía vestida, sobre el banco. No había nadic en la casa. Me acordé de lo que había pasado la víspera y empecé a creer que había tenido una pesadilla.

¡Pero aquello no había sido un sueño, sino la triste realidad! Salí al bosque. La hierba brillaba, los pájaros cantaban. De pronto vi en los matorrales dos cuerpos: los del señor y el viejo Bogdan, el uno junto al otro. El rostro del primero estaba sereno y pálido; el del segundo, severo, como cuando aún vivía. Ambos tenían manchas de sangre...

El viejo bajó la cabeza y calló.

—¿Y qué fué de los otros?—le pregunté.

—Sucedió lo que había predicho Opanas. Este, durante mucho tiempo, habitó en el bosque; recorría los caminos con otros mozos, atacaba los castillos señoriales. Tal era su destino: sus abuelos habían sido bandidos también. A veces venía a nuestra casa, a esta misma casita; sobre todo, cuando no estaba Román. Se sentaba en el banco, cogía el laúd y nos cantaba canciones. A veces venía con sus camaradas. Román y Oxana los recibían siempre muy bien. Para decirlo todo, en aquello había algo que no era bueno; luego vendrán Zajar y Máximo. Míralos bien. Yo no les digo nada; pero cualquiera que haya conocido a Román y a Opanas, verá en seguida a quién se parecen. A Román, no... Y esto es lo que pasó antiguamente en estos sitios... ¿Oyes