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A lo mejor, todo eso es fábula—dijo el molinero por hacer rabiar a Iarko—. La gente dice a veces tonterías. Cualquiera inventa una mentira y los demás la tomau en serio.

Estas palabras produjeron muy mal efecto en Iarko.

1 1 —Sin embargo, no soy yo el que ha inventado eso. Ni yo, ni mi padre, ni mi abuelo. Todos los cristianos lo saben.

—Sí; pero... ¿lo ha visto usted con sus propios ojos?

Cuando estaba de mal humor, el molinero llegaba a afirmar que no creía ni siquiera en el diablo, mientras no se lo enseñaran vivo.

—Sí; contésteme usted—insistió—. ¿Lo ha visto usted con sus propios ojos? Y si usted no lo ha visto, lo mejor es no hablar más de ello.

Iarko estaba un poco apurado y hasta tuvo un momento de vacilación. Pero no era hombre que capitulara.

—No—dijo—; no lo he visto, lo confieso francamente; pero, dígame, señor molinero, ¿ha visto usted alguna vez Kiev?

—No, nunca; también se lo confieso francamente.

—Y sin embargo, Kiev existe, a pesar de que usted no lo ha visto nunca.

El molinero estaba vencido.

"Es verdad—pensaba—. Kiev existe, aunque yo no lo haya visto nunca. Probablemente, habrá que creer en la gente cuando afirma algo."