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cabeza... Y tú, joven, ¿quieres decirnos a quién esperas aquí?

—Al molinero.

—Es amigo tuyo, pues?

"¡Dios nos guarde de tales amigos!"—pensó el molinero, que lo oía todo.

—No somos grandes amigos—respondió el diablo; pero tengo que arreglar unas cuentas con él.

—Hace mucho tiempo que no le ves?

—¡Oh, sí! Bastante tiempo.

—Entonces, ahora no le conocerás ya. Hubo una época en que era un buen muchacho; pero ahora se ha hecho tan orgulloso, que hay que ponerse de puntillas para mirarle.

—¿De veras?

—Todo el mundo te dirá lo mismo. ¿No es así, amigas?

—Sí, sí, es verdad, es verdad!—gritaron las mujeres.

Pero no gritéis así!—dijo el diablo—. Me vais a dejar sordo... Decidme ahora, ¿desde cuándo y por qué ha cambiado tanto?

—Desde que se ha hecho un ricachón!

— Desde que comenzó a prestar dinero y a cobrar grandes intereses!

—i Desde que tiene dos tabernas!

—¡Mi marido, Opanas, está completamente en su poder, y no conoce más camino que el de la taberna!

—Nuestros padres también!... ¡Todos no ha| 1