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cen más que beber "vodka"! Por culpa de ese maldito molinero, han vendido ya todo lo que había en casa.

Y las mujeres empezaron a gritar, a llorar y a maldecir al molinero. Este, al oír las maldiciones, tenía ideas muy negras; ¡decididamente no hubiera elegido por abogados a aquellas mujeres!

El diablo, por el contrario, parecía muy contento y se frotaba las manos.

—Pues todo eso no es nada!—gritó una de las mujeres—. ¿Ha oído usted lo que ha hecho el molinero con la pobre Galia, la hija de la viuda?

El molinero escupió en tierra con indignación.

"¡Qué charlatanas son las mujeres! Cuentan hasta lo que no se les pregunta. ¿Y cómo podían ellas saber lo que había pasado entre él y Galia aquella misma noche, en la aldea, si habían estado trabajando todo el día en los campos? ¡Qué criaturas!¿Cómo puede tolerarlas Dios sobre la tierra?" —Tengo curiosidad por saber lo que ha hecho mi amigo con la hija de la viuda—dijo el diablo.

Y las mujeres se apresuraron a satisfacer su curiosidad. Se lo contaron todo, con los detalles más insignificantes.

El diablo meneó la cabeza.

—Ah, qué villanía! ¡Es abominable eso que me contáis! Creo que ni el antiguo tabernero, el judío Iankel, hubiera hecho villanías semejantes.

—¿Iankel? ¡Jamás se le hubiera ocurrido!

Oh, no, jamás!