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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/103

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miento, se le diese, no ya garrote, sino los mayores tormentos de la inquisición, y que le descuartizaran si querían.

A los pocos días, las Academias de todas las ciencias, menos las morales y políticas, reunidas, publicaban su informe. En efecto, don Atanasio había descubierto el modo de preservar al hombre de la muerte, de toda clase de muerte; pero...



Pero no al hombre, así, en general; no á todos los hombres, sino á uno solo. A uno solo entre los vivos; pero los que éste engendrara serían ya inmortales también.

La idea se le había ocurrido á don Atanasio por la sugestión de ciertas teorías del malogrado filósofo Guyau, que, medio en serio, medio en broma, había hablado de la posibilidad de llegar á tal progreso, que hubiera medios de mantener el equilibrio de los elementos vitales en el organismo en constante renovación. Si la humanidad, pensaba don Atanasio, no ha hecho hasta ahora nada por su inmortalidad, ha sido culpa del apriorismo metafísico, y después por la dichosa teoría de la evolu-