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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/113

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momento, á la sesión permanente que en augusto cónclave celebran, por siglos de siglos, los gigantes de Asturias, de la Asturias de piedra; el Sueve, los Picos de Europa, el Aramo... y tantas otras moles venerables, que el buen hijo de esta patria llega á conocer y amar como á sacras imágenes de un augusto misterioso abolengo geológico... De barro somos, y no es mucho pensar con respeto y cariño en la tierra abuela...



Pero Morales no pensaba en eso, ni se paraba á contemplar el gran paisaje (panorama le llamaba él constantemente), que se podía admirar desde la Matiella. Sabía Morales que aquellas vistas valían mucho dinero, que por un capricho, un indiano poderoso ó un banquero arrogante darían muchos miles de duros, encima de lo que por sí valía la quinta, nada más que por pagar las vistas soberbias... que tampoco se pararían á contemplar banqueros soberbios ni soberbios indianos.

—¡Mire usted, mire usted, qué panorama!—decía Morales á cualquier huésped de la Matiella, y apuntaba con el dedo al horizonte, mientras él le miraba al amigo la cadena del reloj, los guantes ó la corbata.