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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/115

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supuesto, especie de freno automático para contener las pasiones de la multitud y conservar las venerandas instituciones... y el papel en alza, cuando convenía. La impiedad le parecía á Morales una falta de respeto al jefe del gobierno. Era, pues muy propio de un conservador incondicional rodearse de toda la clerecía de aquellos arciprestazgos de que él venía á ser el brazo secular por mediación de alcaldes, jueces municipales, etc., etc.

Sí, quería el freno religioso, el triunfo de la Iglesia... pero con el Concordato. Daba mucha importancia á las regalías. Le encantaba una Iglesia que fuese como la religión romana antigua, la de los paganos, una rueda de la administración pública... Miraba, dígase todo, en el fondo... muy en el fondo... dudaba... creía que el progreso... en fin, él había leído un artículo en que se extractaba la doctrina de Taine... y... se atenía á los hechos. Quería el dogma para evitar que el mundo volviera á la barbarie; guardaba muchas consideraciones á los señores curas... pero... ¡estaban tan atrasados!... ¡Aquella teología! ¡Aquellos sombreros!—El verdadero dios de Morales, sin saberlo él, era una diosa: la moda. La moda en todo. En la ropa, en el arte, en las enfermedades, en los barbarismos y en la filosofía. ¡Y aquel respetable clero que se reunía en la Matiella vestía de una manera! Morales era muy amigo de repetir que él, gracias al progreso, sabía más que Aristóteles. Excuso decir que sabía mucho menos. También sabía más que Santo Tomás. Se reía, en el seno de la confianza, de la forma silogística. Abo-