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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/119

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—¿Por qué?

—Ya nos lo explicará con la mayor inocencia el señor cura de la Matiella, el del sombrero.

Gracias á los buenos puros, los buenos licores y al calor y la gracia de la conversación, se fué animando la gente, y á poco de haber entrado en el corro el cura de la Matiella, ya le tratábamos como á conocido antiguo; y él, seguro de haber parecido simpático, hablaba con gran soltura, alegre, sin dejar de medir las palabras, aunque salían abundantes y espontáneas.

—¡El progreso, el progreso!—decía el señor cura.—Yo también creo en el progreso... pero no como ustedes, que ven en él un ídolo, un fetiche, que tiene por símbolo una línea recta. El progreso no es un dios, y es una curva sinuosa. Vean ustedes,—y al decir esto colocó el sombrero que tanto habíamos mirado sobre las rodillas.—Vean ustedes: este sombrero me ha enseñado á mi mucho acerca del cambio de las cosas. Nuestro ilustre diputado el señor Morales, á cuya salud bebo esta copita, cree que en cuestión de ropa, de música, de jardinería, de filosofía y hasta de teología, lo mejor es lo de última moda, y que debemos andar siempre á la última. Yo creo que lo mejor es lo racional, lo prudente, que unas veces está de moda y otras no.

Yo he leido un poquillo, poco; y recuerdo que Descartes en el Discurso del método dice, sobre poco más ó menos, algo como esto: que lo mejor es colocarse en el medio, á igual distancia de los extremos, porque aunque la verdad esté en un extre-