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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/120

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mo, á él se irá más pronto desde el medio que desde el otro extremo.

Cuando compré este sombrero, hace muchísimos años, lo escogí á mi gusto. El sombrerero me puso delante otros muchos que eran de moda, diciéndome: Ese que usted escoge ya no se lleva.—Pues me lo llevo yo, repuse. Entonces se estilaban las chisteras con alas muy recortadas y pegaditas á la copa, que era muy alta. Mi sombrero, este, tenía las alas algo anchas, para que diesen un poco de sombra al rostro, y no dejaran desairada la copa por la desproporción. Pero claro, comparadas aquellas alas con las de moda, parecían anchísimas; y la copa, regular, muy baja al lado de las que estaban en uso. Pero yo salía tan contento con mi compra en la cabeza, tranquila la conciencia, porque sabía que llevaba una prenda útil para su empleo y de proporciones regulares. Mas los caballeros y señoras con que tuve que tratar en la ciudad no lo veían como yo, porque sin duda encontraban anticuado aquel inocente pedazo de fieltro.

Pasaron años, volví á la ciudad con mi sombrero y tambien noté que llamaba la atención. Cuando fuí á plancharlo, el sombrerero me explicó el motivo: la copa era escandalosa por lo alta, y las alas ridículas por lo estrechas... El sombrero de moda era de anchísimas alas y de copa tan baja que no era digna de una verdadera canoa. Valga la verdad, hasta los chiquillos se reían, más ó menos disimuladamente, de este pobre veterano (dando golpecitos sobre el sombrero) que les parecía una torre de Babel.