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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/136

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do. No se sabía si se disputaban un asiento ó un arma arrojadiza.

No se insultaron, ni se comieron la figura más que con los ojos.

El amo de la casa se enteró del conflicto, y acudió al comedor corriendo.

—¡Usted dirá!—exclamaron á un tiempo los sabios.

Hubo que convenir en que el derecho de Pérez era el que valía.

Alvarez cedió en latín, es decir, invocando un texto del Derecho romano que daba la razón á su adversario. Quería que constase que cedía á la razón, no al miedo.

Pero llegó lo del aposento disputado. ¡Allí fué ella! También Pérez era el primero en el tiempo... pero Alvarez declaró que lo que es absurdo desde el principio, y nulo, por consiguiente, tractu temporis convalescere non potest, no puede hacerse bueno con el tiempo; y como era absurdo que todas las ventajas, por gollería, se las llevase Pérez, él se atenía á la promesa que había recibido..., y se instalaba desde luego en la habitación dichosa; donde, en efecto, ya había metido sus maletas.

Y plantado en el umbral, con los puños cerrados amenazando al mundo, gritó:

In pari causa, melior est conditio possidentis.

Y entró y se cerró por dentro.

Pérez cedió, no á los textos romanos, sino por miedo.

En cuanto al rincón del coronel, se lo disputaban