Ir al contenido

Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/139

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 135 —

ratijas prehistóricas, Fonseca había acogido sus hipótesis con entusiasmo, sin envidia; había hecho de ellas aplicaciones muy importantes en lingüística y sociología, en libros más leídos, por más elocuentes, que los de Gilledo. Ni éste envidiaba al apóstol de su idea el brillo de su vulgarización, ni Fonseca dejaba de reconocer la supremacía del iniciador, del maestro, como llamaba al otro sinceramente. La lucha de la polémica que unidos sostuvieron con otros sabios, estrechó sus relaciones; si al principio, en su ya jamás interrumpida correspondencia, sólo hablaban de ciencia, el mutuo afecto, y algo también la vanidad mancomunada, les hicieron comunicar más íntimamente, y llegaron á escribirse cartas de hermanos más que de colegas.

Alvarez, ó Fonseca, más apasionado, había llegado al extremo de querer conocer la vera effigies de su amigo; y quedaron, no sin confesarse por escrito la parte casi ridícula de esta debilidad, quedaron en enviarse mutuamente su retrato con la misma fecha... Y la casualidad, que es indispensable en esta clase de historias, hizo que las tarjetas aquellas, que tal vez evitaron un crimen, llegaran á su destino el mismo día.

Más raro parecerá que ninguno de ellos hubiera escrito al otro lo de la ida á tal balneario, ni el nombre falso que adoptaban... Pero tales noticias se las daban precisamente (¡claro!) en las cartas que con los retratos venían.