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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/159

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de su hija (locuras: nunca les dió peor nombre) pero ya era tarde: su debilidad física ayudaba á su debilidad moral á ceder, á transigir, á hacer la vista gorda. Una escena con Amparo la horrorizaba; estaba segura de que precipitaría su muerte; la de la madre infeliz, enferma del corazón, sin saberlo la hija.

Llegó un año en que Amparo, en vez de adelantar el viaje al Norte algunos días, como era ya costumbre, lo retrasó unas cuantas semanas. ¡Cosa más rara!, pensaba la madre. ¿Qué es lo que detiene á esa loca en X? Por fin llegó Amparo. Se divirtió aquel año en las playas de lujo y elegancia como otras veces, pero con menos afán; y, más hubo; no tuvo ninguna aventura seria, como las llamaba la madre, siempre amiga del eufemismo.

Al mediar Septiembre Amparo anunció que se volvía á sus cuarteles de invierno. Otros años tomaba por verano gran parte de Otoño. ¡Cosa más rara!, pensaba la madre, dejándola partir...

¿Qué era ello? Era que Amparo había encontrado en X lo que nunca hubiera podido sospechar que existía allí... Un género de adoración completamente nuevo, picante por lo extraño; en fin, una manera de flirtation del todo desconocida para ella. Es de advertir que Amparo usaba con poca exactitud el barbarismo flirtation pues seguía denominando así la aventura más pecaminosa. Se trataba de una especie de Josef que ni dejaba la capa ni se entregaba. Amparo no concebía que un hombre á quien ella quisiera volver loco, se le resistiera. Me-