el amor puramente electivo, sin trabas del orden civil, canónico ó penal ¡Viva la broma!—Y este era el hombre que se pasaba el año entero grave como un colchón, enseñando á los chicos buena conducta moral y buenas formas sociales, con el ejemplo y con la palabra.
Un año, cuando tendría cerca de treinta Celso, llegó el buen pedagogo á los Negrillos con tan solemne semiborrachera (no consentía él que se le supusiera capaz de pasar de la semi á la entera), que quiso tomar parte activa en la solemnidad burlesca de enterrar la sardina. Se vistió con capuchón blanco, se puso el cucurucho clásico, unas narices como las del escudero del Caballero de los Espejos y pidió la palabra, ante la bullanguera multitud, para pronunciar á la luz de las antorchas la oración fúnebre del humilde pescado que tenía delante de sí en una caja negra. Es de advertir que el ritual consistía en llevar siempre una sardina de metal blanco muy primorosamente trabajada; el guapo que se atrevía á pronunciar ante el pueblo