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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/91

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Así, como media hora después de tragarse la pócima, D. Narciso, revolviendo impaciente los pliegues del arrugado embozo del lecho, tropezó con un papel escrito.

—¿Qué es esto? pensó. ¿Quién ha dejado esto aquí? ¡Ah! ya caigo. Este papel se cayó de la cartera de D. Eleuterio.—Como no era carta, ni cosa por el estilo, su curiosidad no encontró resistencia cuando le pidió que leyera aquel documento.

Y leyó. ¡Cosa más rara! Eran unos apuntes que podían llamarse reflexiones sueltas acerca de la Medicina en general. ¡Pero qué reflexiones! No sólo eran incoherentes, sino que subvertían todo el orden de la terapéutica, tomaban á contrapelo la patología, y suponían un criterio de escepticismo caprichoso, respeto de la ciencia tradicional; y en cambio se veía clara una tendencia á admitir la eficacia de lo maravilloso, á suponer en la realidad, en el fondo de la química, según palabras que se leían allí, misteriosas relaciones, virtudes cuasimorales de los llamados simples con que no contaba ni podía contar la Medicina, porque desconocía la