Página:El hombre mediocre. Sexta edición (1926).pdf/111

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
107
El hombre mediocre


107 El progreso ético es lento, pero seguro. La virtud arrastra y enseña; los honestos se resignan a imitar alguna parte de las excelencias que practican los virtuosos. Cuando se afirma que somos mejores que nuestros abuelos, sólo quiere expresarse que lo somos ante nuestra moral contemporánea. Fuera más exacto decir que diferimos de ellos.

Sobre las necesidades perennes de la especie organízanse conceptos de perfección que varían a través de los tiempos; sobre las necesidades transitorias de cada sociedad se elabora el arquetipo de virtud más útil a su progreso. Mientras el ideal absoluto permanece indefinido y ofrece escasas oscilaciones en el curso de siglos enteros, el concepto concreto de las virtudes se va plasmando en las variaciones reales de la vida social; los virtuosos ascienden por mil senderos hacia cumbres que se alejan, sin cesar, hacia el infinito.

Cada uno de los sentimientos útiles para la vida humana engendra una virtud, una forma de talento moral. Hay filósofos que meditan durante largas noches insomnes, sabios que sacrifican su vida en los laboratorios, patriotas que mueren por la libertad de sus conciudadanos, altivos que renuncian todo favor que tenga por precio su dignidad, madres que sufren la miseria custodiando el honor de sus hijos.

El hombre mediocre ignora esas virtudes; se limita a cum plir las leyes por temor de las penas que amenazan a quien la viola, guardando la honra por no arrostrar las consecuencias de perderla.

V. — LA PEQUE ÑA VIRTUD Y EL TALENTO MORAL

Así como hay una gama de intelectos, cuyos tonos fundamentales son la inferioridad, la mediocridad y el talento, —aparte del idiotismo y el genio, que ocupan sus extremos, hay también una jerarquía moral representada por términos equivalentes. En el fondo de esas desigualdades hay una profunda heterogeneidad de temperamentos. La conformación a los catecismos ajenos resulta fácil para los hombres débiles, crédulos, timoratos, sin grandes deseos, sin pasiones vehementes, sin necesidad de independencia, sin irradiación, de su personalidad; es inconcebible, en cambio en