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José Ingenieros

comunes en su medio y luego a las profesadas en la infancia o por los antepasados).

La mejor prueba de ello que los ignorantes suelen citar contra la ciencia—la encontramos en los hombres de más elevada mentalidad y de cultura mejor disciplinad: es fre cuente en ellos, al entrar a la ancianidad, un cambio redical de opiniones acerca de los más altos problemas filosóficos, a medida que decaen las aptitudes originalmente definidas durante la edad viril.

III .—LA BANCARROTA DE LOS INGENIOS

Este cuadro no es exagerado ni esquemático. La marcha progresiva del proceso impide advertir esa evolución en las personas que nos rodean; es como si una claridad se apagara tan de a po que pudiera llegarse a la obscuridad absoluta sin advertir en momento alguno la transición, A la natural lentitud del fenómeno agréganse las diferencias que él reviste en cada individuo. Los que sólo habían logrado adquirir un reflejo de la mentalidad social, poco tienen que perder en esta inevitable bancarrota: es el empobrecimiento de un pobre. Y cuando, en plena senectud, su mentalidad social se reduce a la mentalidad de la especie, inferiorizándose, a nadie sorprende ese pasaje de la pobreza a la miseria.

En el hombre suprior, en el talento o en el genio, se notan claramente eos estragos. ¿Cómo no llamaría nuestra atención un antig 10 millonario que paseara a nuestro lado sus postreros andrajos? El hombre superior deja de serlo, se nivela. Sus ideas propias, organizadas en el período del perfeccionamiento, tienden a ser reemplazadas por ideas comunes o inferiores. El genio—entiéndase bien—nunca es tardío, aunque pueda revelarse tardíamente su fruto; las obras pensadas en la juventud y escritas en la madurez, pueden o no mostrar decadencia, pero siempre la revelan las obras pensadas en la vejez misma. Leemos la segunda parte del "Fausto" por respeto al autor de la primera; no pode mos salir de ella sin recordar que "nunca segundas partes