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El hombre mediocre

fueron buenas", adagio inapelable si la primera fué obra de juventud y la segunda es fruto de vejez.

Se ha señalado en Kant un ejemplo acabado de esta metamorfosis psicológica. El joven Kant, verdaderamente "crítico", había llegado a la convicción de que los tres grandes baluartes del misticismo: Dios, libertad e inmortalidad del alma, eran insostenibles ante la "razón pura"; el Kant envejecido, "dogmático", encontró, en cambio, que esos tres fantasmas son postulados de la "razón práctica", y, por lo tanto, indispensables. Cuanto más se predica la vuelta a Kant, en el contemporáneo arreciar del neokantismo, tanto más ruidosa e irreparable preséntase la contradicción entre el joven y el viejo Kant. El mismo Spencer, monista como el que más, acabó por entreabrir una puerta al dualismo con su "incognoscible". Wirchow creó en plena juventud la patología celular, sin suspechar que terminaría renegando sus ideas de naturalista filósofo. Lo mismo que él decayeron otros.

Para citar tan sólo a muertos de ayer, hase visto a Lombroso caer en sus últimos años en ingenuidades infantiles, explicables por su debilitamiento mental, a punto de llorar conversando con el alma de su madre en un trípode espiritista. James, que en su juventud fué portavoz de la psicología evolucionista y biológica, acabó por enmarañarse en especulaciones morales que sólo él comprendió. Y, por fin, Tolstoy, cuya juventud fué pródiga de admirables novelas y escritos, que le hicieron clasificar como escritor anarquista, en los últimos años escribió artículos adocenados que no firmaría un gacetillero vulgar, para extinguirse en una peregrinación mística que puso en ridiculo las horas últimas de su vida física. La mental había terminado mucho antes.

IV .—PSICOLOGÍA DE LA VEJEZ

La sensibilidad se atenúa en los viejos y se embotan sus vías de comunicación con el mundo que les rodea; 'los tejidos se endurecen y tórnanse menos sensibles al dolor fistco.