Página:El hombre mediocre. Sexta edición (1926).pdf/182

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
178
José Ingenieros

sost INOXMEROS

entregarse a especulaciones lucrativas. Venden su voty a empresas que muerden las arcas del Estado; prestigian proyectos de grandes negocios con el erario, cobrando sus discursos a tanto por minuto; pagan con destinos y dádivas oficiales a sus electores, comercian su influencia para obte ner concesiones en favor de su clientela. Su gestión política suele ser tranquila: un hombre de negocios está siempre con la mayoría. Apoya a todos los gobiernos.

Los serviles merodean por los Congresos en virtud de la flexibilidad de sus espinazos. Lacayos de un grande hombre, o instrumentos ciegos de su píara, no osan discutir la jefatura del uno o las consignas de la otra. No se les pide talento, elocuencia o probidad: basta con la certeza de su panurgismo. Viven de luz ajena, satélites sin calor y sin pensamiento, unidos al carro de su cacique, dispuestos siempre a batir palmas cuando él habla y a ponerse de pie llegada la hora de una votación.

En ciertas democracias novicias que parecen llamarse repúblicas por burla, los congresos hormiguean de mansos protegidos de las oligarquías dominantes. Medran piaras sumisas, serviles incondicionales, afeminadas: las mayorías miran al porquero esperando una guiñada o una seña. Si alguno se aparta está perdido; los que se rebelan están proscriptos sin apelación.

Hay casos aislados de ingenio y de carácter, soñadores de algún apostolado o representantes de anhelos indomables; si el tiempo no los domestica, ellos sirven a los de más, justificándolos con su presencia, aquilatándolos.

Es de ilusos creer que el mérito abre las puertas de los parlamentos envilecidos. Los partidos — o el gobierno en su nombre operan una selección entre sus miembros, a expensas del mérito o en favor de la intriga. Un soberano cuantitativo y sin ideales prefiere candidatos que tengan su misma complexión moral: por simpatía y por conveniencia.

Las más abstrusas fórmulas de la química orgánica parecen balbuceos infantiles frente a las vueltacaras del parlamentario mediocre. El desprecio de los hombres probos no le amedrenta jamás. Confía en que el bajo nivel del re prezentante aprucha la insensatez del representado. Por eso 4